Lasker y Piñera

Versión audio en Podcaster.cl
Una anécdota para empezar:

Se trata de un partido entre dos grandes maestros del juego: Lasker, fumador apasionado, y Nimzowitsch, quien no aguantaba el humo. Al iniciar el partido el Lasker saca un cigarro del bolsillo y se lo pasa entre jugadas desenvolviéndolo lentamente. Tales gestos sacan de quicio a su contraparte, quien no puede concentrarse en el partido y termina perdiendo. Tras la victoria, el Lasker saca la conclusión: “La amenaza es más potente que su realización.”

Como todas las anécdotas, ésta también tiene varias versiones. Según algunos, el fumador no fue Lasker, sino Tartakower. Otros afirman que fue Bogoljubov. Pero fueran quienes fueran, lo más importante es el principio:

‘Las buenas jugadas no hay que ejecutarlas demasiado temprano, ya que una vez ejecutada la jugada, el antagonista se habrá enterado de lo peor, y ya libre de toda duda o aprensión respecto de su futura realización, podrá atacar o defender según corresponda. Así que hay que reservarla de manera razonable, tirando al antagonista en el potro de las expectativas, mientras Vd. sigue con calma, desarrollando las piezas o fomentando los intereses generales de su posición de otra manera.’

Chess Openings, James Mason (1897)

Substituyendo al Piñera por el Lasker (etc.), a los estudiantes por el Nimzowitsch, y cambiando los plazos de inscripción y de cierre del año por el cigarro, se hace clara la estrategia del Gobierno. El Gobierno sabe – y las condiciones mínimas de la CONFECH lo confirmaron – que la “pistola en el pecho” de los estudiantes son los plazos. En su respuesta a las condiciones exigidas por la CONFECH, el ministro Bulnes rechazó todo lo que tenía que ver con la protección del status quo durante las negociaciones, apostando sin duda que si llegado el día tope el movimiento no ha ganado nada, los estudiantes se irán desmovilizando por puro miedo de perder lo que ya tienen.

Por cierto, esta estrategia – que consiste esencialmente en una amenaza a los estudiantes – tiene su punto débil, cual es el día siguiente al día tope. Llegado el día tope, si el movimiento no ha sufrido un colapse total, el ¿qué pasa si…? al que está apostando el Gobierno se convertirá en un ¿qué hacemos ahora? Un año perdido no se puede perder dos veces, ni se puede volver a perder una beca o un crédito que ya no era disponible de todos modos. O sea que en ese momento lo temido se habrá hecho realidad, y los estudiantes tendrán dos cosas menos que perder, dos cosas menos que el Gobierno les podrá quitar.

En el caso del cierre del año escolar, parece que la amenaza del Gobierno ya ha perdido vigencia. Según puntualizó el alcalde de Lo Prado, Gonzalo Navarrete, los directores de los colegios en toma están facultados por lo dispuesto en los decretos exentos 83 y 112 de calificación y promoción, para tomarles exámenes finales a los alumnos de dichos establecimientos sin necesidad de que éstos últimos se inscribiesen en el programa de “Salvemos el año escolar [o más bien: al gobierno]” creado por el ministro Bulnes:

«Esto quiere decir que los directores de las escuelas tienen las atribuciones para tomarles los mismos exámenes finales sin necesidad que los niños se inscribieran en ese programa. Por lo tanto, no es necesario hacer esto para que los niños se promuevan, porque la mayoría de los colegios en toma están desarrollando guías, están yendo los profesores a enseñarles lo que falta», añadió el alcalde de Lo Prado.

O sea que los secundarios no tienen que acudir al ministro Bulnes para quitarse la pistola del pecho. La pistola se encuentra reglamentada por los reglamentos internos de sus colegios tomados, y con tal de que la dirección del colegio no haga problemas, podrán salvar el año sin perder la toma.

El Gobierno no puede chantajear a los secundarios con lo del cierre del año, pero sí puede chantajear a los universitarios con el plazo para la postulación a becas y créditos. Cabe puntualizar que en realidad, este medio de chantaje tampoco tiene mucha fuerza. Los plazos no son producto de ninguna ley férrea de la física, sino de las leyes y los reglamentos de la República – y por ende, se pueden modificar. Vencido el plazo, el movimiento podría exigir una “amnistía” para dejar sin efecto los plazos perdidos. Y en el caso del triunfo del movimiento, es decir si se logra instaurar el régimen gratuito, los créditos y las becas perderían importancia de todos modos. Si se depone el movimiento para no perder los plazos, se pierde toda capacidad de aplicarle presión al Gobierno para terminar con las injusticias del sistema educacional actual.

Y ahí está la pregunta clave: ¿Qué hará el Gobierno si vencidos los plazos, los estudiantes siguen movilizados? ¿Qué otra jugada le quedará?

Según Alfredo Joignant, el Gobierno estaría apostando al debilitamiento del movimiento. La posibilidad de tal debilitamiento la ubicó en el que los plazos se estén acercando, pero también en posibles “divisiones” dentro del mismo movimiento. A mi juicio, este último factor es la amenaza principal: si no hay solidaridad entre los distintos actores sociales que integran el movimiento – universitarios, secundarios, miembros del cuerpo docente, y la ciudadanía en su conjunto que aun sin tener intereses directos en la educación, sí está chata de la desigualdad – no habrá movimiento.

La invitación al diálogo del Gobierno a la CONFECH, quizá haya sido pronunciada para sondear la posibilidad de abrir fisuras en el frente unido. Ya en la misma invitación – que marginó a los secundarios – los dirigentes de la CONFECH se encontraban frente a una decisión fundamental: si estaban dispuestos o no a insistir en el principio de “vamos todos o ninguno”. A esta pregunta los dirigentes contestaron optando por la versión “vamos todos o algunos”. Y aunque Giorgio Jackson y Camila Vallejo insisten que no se trataba de una negociación – el Jackson en Inteligencia Cero, hasta interrumpió a uno de los panelistas para puntualizar que no era cuestión de “negociar” sino de “conversar” nomás – tales afirmaciones no cuadran bien con sus preparativas para la charla en La Moneda.

Aunque no se trataba supuestamente de negociar, apareció en la prensa una lista de doce puntos “intransables” – al parecer sin consulta previa, dado que no hubo tiempo – que marginaron del petitorio los elementos principales que distinguían al movimiento del Gobierno. La gratuidad que en el documento del 19 de agosto era el eje principal de la reforma constitucional (“Garantizar constitucionalmente la gratuidad de la educación pública.”), se sacó del marco de la reforma constitucional, eliminando asimismo su calidad de norma de vigencia inmediata. Así es que en los “doce puntos” la reforma constitucional no pasa de una modificación cosmética sin nueva normativa concreta (la educación ya figura como derecho en la Constitución actual), y la gratuidad que tantos llevan meses reclamando se ha convertido en meta programática lejana hacia la cual se “apunta”. Acierta Ariel Zúñiga al afirmar que la propuesta de la CONFECH:

no tiene conflictos sustanciales con la propuesta de Lavín (GANE 1) ni con las de Bulnes (GANE 2 y 3). Significa en castellano castizo fortalecer el modelo educativo actual, incorporando normas meramente semánticas como “calidad en la educación”, “apuntar a la gratuidad” o “aplicación del convenio 169 de la OIT”, pero manteniendo incólume el modelo creado por Alfredo Prieto, Agusto Pinochet, José Piñera y Jaime Guzmán en 1981, fortalecido por Lagos, Arrate y Brunner en los 90′ es decir: Cada quién se rasca con sus propias uñas y si no eres tan rasca le vendes tu alma, y tu vida, a la banca.

En Tolerancia Cero, Camila Vallejo y Giorgio Jackson hicieron mucho hincapié en que la propuesta del Gobierno sigue siendo más o menos la misma sin modificaciones en lo fundamental, pero figura entre los temas desaparecidos de esa noche el que el petitorio de la CONFECH sí ha cambiado, acercándose cada vez más a la propuesta del Gobierno. ¿Intransigentes? Las huevas. Si la postura de la CONFECH se ha ablandado de una manera tan masiva sin ánimo de negociar, ¿qué irá quedando de las demandas del movimiento si se le permite a la CONFECH arrogarse las atribuciones para negociar sin consulta previa las demandas de un movimiento que no es gremial, sino de alcance social?

De la fisura que la CONFECH puso en evidencia al aceptar una invitación que marginara a los secundarios (sin los cuales no habría movimiento) ya se está aprovechando el Gobierno. Hoy en cooperativa.cl salió la noticia de que el alcalde de Santiago, Pablo Zalaquett, habría llamado a los secundarios “a descolgarse del movimiento estudiantil y a buscar el diálogo con el gobierno.”

El jefe comunal, quien se encuentra en Nueva York acompañando a Sebastián Piñera en la Asamblea de la ONU, señaló que «yo espero y mi esperanza es que los jóvenes secundarios asuman un liderazgo propio y se desliguen un poco para defender su causa de la Confech y entiendan que ello están perdiendo el año, no los universitarios».

«Por lo tanto, negocien con el Gobierno y busquen una salida», enfatizó el presidente de la Comisión de Educación de la Asociación de Municipalidades.

Dejando de un lado el que sería una estupidez entrar a negociar con el Gobierno para no perder el año, ya que – como ya se mencionó más arriba – el año escolar se puede salvar sin que mediara intervención gubernamental alguna, aquí se ve el núcleo de la estrategia del Gobierno. La repre no funcionó – al canto del guanaco se sumaron las cacerolas. “Salvemos el año” ni puede salvarse a sí mismo. Si los universitarios no agarran miedo a los plazos y se mantienen movilizados, lo único que puede romper este movimiento es el debilitamiento de los lazos de solidaridad que vinculan a los diversos sectores sumados a la lucha. Y lo bueno que tiene esa circunstancia es el que quede en manos del movimiento mismo – ninguna fuerza externa podrá romper la solidaridad mientras los integrantes del movimiento se empeñen por mantenerla.

En pocas palabras: Si la amenaza de los plazos no funciona y su realización alcanza aun menos efecto, al Gobierno no le queda otra jugada más que esperar que el movimiento cometa un error fatal, sintiéndose por ejemplo obligado a defenderse de las acusaciones de “intransigencia” lanzadas al aire por los medios de propaganda y de la casta política. No son acusaciones, sino más bien halagos. Total, más vale ser intransigente que huevón.

En este sentido casi habría que agradecerle al ministro Bulnes por haber rechazado las garantías mínimas para el diálogo entre el Gobierno y la CONFECH. Le ha regalado tiempo al movimiento para arreglar las fisuras abiertas y concentrarse en deliberar para garantizar que las demandas que se presenten al Gobierno y a la opinión pública sean las demandas de todo el movimiento, y no de un sector particular, y que no sufran modificaciones innecesarias, que sólo servirían para debilitar el movimiento y confundir a la opinión pública.