La democracia labbéica

Dicen que hay cosas que son como la manera de manejar una bici – una vez aprendidas tales cosas, ya no es posible olvidarlas. Este es el primer pensamiento que me vino a la mente al escuchar las declaraciones que hizo el alcalde de la comuna de Providencia, Cristián Labbé, respecto de los colegios tomados en su comuna.

Aunque el Labbé decidió tras una larga e ilustre carrera como electrotécnico testicular de la DINA, dedicarse mejor a la política comunal, no ha perdido la pasión que siente por su antigua profesión, ni la habilidad que le atribuye su antigua clientela. En sus declaraciones, demostró de manera realmente impresionante su nuevo método: la tortura intelectual, que consiste en causarles dolores psíquicos a las personas que tengan una memoria que alcance para más de 5 minutos a la vez.

Ya estuve dispuesta a llamar a Carabineros para autodenunciarme como culpable del caso bromas cuando le oí decir “La democracia no da para todo”. O sea que este facho ahora nos viene a dar lecciones de democracia. ¿Qué viene mañana? ¡Quizá el Hinzpeter nos brinde un seminario de apreciación de historia y cultura mapuche, o el Netanyahu nos vendrá a hablar de los derechos de los palestinos! Pero si nos enfocamos demasiado en la pregunta obvia (¿Con qué ropa este facho descarado viene a hablar de la democracia que nunca respetó?), perderemos de la vista el verdadero núcleo de este método: La democracia según el Labbé da para que unos torturadores, asesinos y traidores como él y sus compinches no sólo sigan en libertad, pero por si fuera poco, hasta ocupen cargos públicos, pero no da para una protesta pacífica en un espacio público en defensa de un derecho humano básico, . Y ahí vemos “la flexibilidad inherente del libre mercado”, o una huevada parecida. Esa mentada democracia del Labbé es una membrana perfecta.

Pero el choque de verdad lo tuve que esperar un minuto, hasta ver que según el Labbé: «No hay tomas pacíficas, no hay tomas éticas, es una violación al principio de la libertad para educarse, no entendamos mal, no compremos discursos confusos.” Y ahí, al ver que el verdugo de la dictadura no se conformaba sólo con dar lecciones de democracia, sino también de ética, se me desmoronó la última resistencia y me pillé llamando al FBI para confesarme como autora intelectual del asesinato a John F. Kennedy, sólo para no tener que oír más. O sea que en esta democracia del Labbé, donde la protesta popular no tiene cabida, pero sí el estado de sitio escolar, existen golpes, asesinatos, desapariciones y torturas pacíficos y éticos que no vulneran la libertad de nadie, y tomas sin armas ni explosivos que no causan lesiones, pero sí se salen del marco ético de este filósofo político de la parrilla.

¡Y dice que no hay que comprar “discursos confusos”! Esa formulación me sacó de onda por un momento, hasta comprender el defecto que tiene la confusión dentro de la lógica de la ética política labbéica: La confusión es un estado de ánimo sincero. Y para uno como este jefe comunal para el cual la verdad ya es una pariente tan lejana que con ella ni va a misa, el discurso más apropiado es algo así como lo siguiente:

“Los terroristas son santas palomas que se han transformado en intelectuales, los ayudistas pueden llegar a ser Presidentes de la República y nosotros, los militares, todavía estamos en el banquillo de los acusados.”

O sea, más vale ser mendaz que confuso.

Al fin me salvé al darme cuenta que todo esto – el estado de sitio en los colegios, las amenazas y las clausuras – es una gran maniobra para chantajear a los alumnos a que se inscriban en “Salvemos al gobierno”, pero parece que ni las pistolas de los tombos alcanzan a hacer que esa huevada inútil parezca atractiva.